Hace algunos años, 30 personas compitieron en una función para recaudar fondos para una obra de caridad en Rochester, Nueva York, que se llamaba "Contactón". La persona que pudiera tocar por más tiempo una mancha roja que había en un auto, recibiría un auto nuevo. A los participantes se les permitían descansos de 15 minutos cada 4 horas. Después de 4 días, sólo quedaban un hombre y una mujer. Pero entonces la mujer fue a sacar de su bolso una lima para las uñas y quitó la mano del auto. Perdió el contacto y perdió el premio.

 

El rey Salomón, autor del libro de Eclesiastés, también habla de perder el contacto, pero en su caso él perdió algo de inestimable valor. Había empezado bien viviendo para Dios, pero entonces comenzó a buscar beneficios y placeres personales. Mientras examinaba su riqueza y su fama cayó en cuenta de que por querer obtener esas cosas había perdido el contacto con Dios, su verdadera fuente de significación y felicidad duraderas. ¿Estamos justificando lo que estamos haciendo, sin darnos cuenta de que podríamos no estar viviendo en estrecha comunión con el Señor? ¿Necesitamos dejar de preocuparnos por cosas triviales y restablecer nuestro contacto con los valores eternos a través del arrepentimiento y la fe? No podemos darnos el lujo de perder el contacto con Dios.

 

¡Dios les bendiga!

Amén